La incontinencia urinaria tiene impacto sobre cómo te sientes contigo, tus relaciones, tus emociones y tu día a día. Quizá has sentido miedo de que haya un escape de orina al estornudar o hacer fuerza, y ese miedo puede crecer, volverse ansiedad, vergüenza o frustración. Te explicamos cómo se relacionan la incontinencia y la salud mental, qué papel juega el estrés, cómo la incontinencia puede afectar emocionalmente, y qué hacer para continuar con una vida activa y saludable.
El estrés puede afectar muchas funciones de tu cuerpo, incluida la vejiga. Aunque no siempre es causal directo de todos los tipos de incontinencia, el estrés sí puede agravar los síntomas o desencadenar episodios de incontinencia. Estos son algunos ejemplos:
La Asociación Nacional para la Continencia señala que el estrés puede provocar urgencia, micción frecuente y malestar general de la vejiga.
La incontinencia de esfuerzo se define como la pérdida involuntaria de orina al hacer algún esfuerzo físico: toser, reír, estornudar, correr, levantar algo pesado.
Aunque el estrés no causa directamente este tipo de incontinencia (pues su origen suele estar en debilitamiento del piso pélvico, daños en tejidos de sostén, menopausia, parto, etc.), sí puede empeorar la experiencia. Esa ansiedad constante termina por afectar incluso tu autoestima, confianza y tu vida social, haciendo que evites actividades, risas o ejercicios, por temor a que ocurra algo público.
Vivir con incontinencia urinaria no se reduce únicamente a “tener escapes de orina”. Para muchas personas, esta condición termina transformando la manera en la que se relacionan. No es raro que quien convive con incontinencia sienta que su mundo cambia poco a poco, casi sin darse cuenta: actividades que antes parecían simples empiezan a estar acompañadas de miedo, vergüenza o inseguridad. Te contamos algunos de los efectos más comunes:
El temor constante de tener una fuga en un momento inapropiado crea lo que se llama estrés anticipado: estás todo el tiempo calculando, pensando cómo prevenirlo, dónde está el baño más cercano, si llevas ropa de repuesto. Esa vigilancia permanente puede convertirse en angustia; además, el cuerpo responde con señales físicas: sudoración, palpitaciones, inquietud y tensión muscular porque estás pendiente de cada sensación. Puede hacer a su vez que empieces a evitar reír con ganas, a no participar en planes por miedo a que alguien note algo o a que haya un olor.
La sensación de que el propio cuerpo “te traiciona” puede provocar emociones como tristeza, vergüenza, culpa e impotencia. Cuando reaccionas recortando actividades que antes disfrutabas se va achicando tu mundo y eso alimenta una baja autoestima que puede evolucionar hacia estados depresivos. La pérdida de autonomía y el retraimiento aumentan el riesgo de que esos sentimientos se profundicen si no se abordan.
El miedo a un episodio embarazoso lleva a mucha gente a encerrarse: evitar reuniones sociales, actividades al aire libre, viajes o incluso salir de casa por temor a no encontrar un baño o a que haya escapes de orina que los demás puedan notar. A veces también disminuyes el contacto con amigos y familiares porque te avergüenzas o crees que no te entenderán. Ese aislamiento genera un círculo vicioso donde la soledad empeora la autoestima, la ansiedad o la depresión, y esas dificultades emocionales a su vez pueden intensificar la percepción del malestar urinario. Romper ese ciclo requiere de apoyo profesional y cambios prácticos para que vuelvas a sentirte cómodo en tu vida diaria.
Te contamos algunas actividades que puedes realizar y algunos productos que puedes usar para continuar tu vida sin preocupaciones y conectarte contigo, reduciendo así el efecto que la incontinencia tiene en tu mente y emociones.
Los hipopresivos y ejercicios posturales son técnicas que combinan respiración y control abdominal para activar de manera indirecta los músculos del suelo pélvico y del core. Se realizan en posturas de pie, sentado o en el suelo, con la espalda recta, expandiendo el pecho y vaciando el aire hasta crear una especie de “succión abdominal” sin contener la respiración.
Tener buenos productos para tu protección te permite moverte con más confianza, reducir ansiedad y disminuir ese miedo a los escapes, lo cual mejora tu salud mental.
Habla sobre lo que te pasa, compartirlo con alguien de confianza, muchas veces ayuda a descargar la tensión mental. Además, establece objetivos pequeños: empezar con 1-2 ejercicios de suelo pélvico al día, probar un protector nuevo que te dé más seguridad, salir con un amigo, aunque sea por poco tiempo. Cada paso cuenta.